EDUCADORES COLOMBIANOS: VIRGINIA MARTIN DE RUBIANO 1945-2023
- MANUEL ANDRES RUBIANO
- 27 sept 2023
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 2 oct 2023
“La fe sin obras es muerta” (Santiago 2:26)

Al escribir esta entrada todavía me invade una terrible sensación de perdida, muy profunda e irreparable por la partida de mi madre a causa de un cáncer avanzado hace apenas 3 semanas: Durante más de 4 meses luchamos con mi padre y hermano por hacer todo lo que podíamos contra una enfermedad que se manifestó muy tarde y que nos dejó solo la opción de cuidarla paliativamente. Las emociones de nosotros como cuidadores al verla luchar valientemente son muy intensas y variadas y tan difíciles de explicar que yo apenas armo un rompecabezas de lo que viví durante su fase terminal.
Antes de que mi madre partiera empecé, en un duelo anticipatorio, a pensar en su legado, en esa vocación y esa misión que ella desempeñó como ser humano en el trascurso de su vida y que la hizo brillar con luz propia; aunque ya tenía una idea cuando ella estaba dando sus últimos suspiros, no fue sino unos días después de su inhumación cuando decidí guardar silencio total durante 1 día, no solo para decirle al universo que empezaba a aceptar los designios de Dios, sino para alcanzar un estado de meditación profunda que me guiara al momento en que su vocación había sido más clara: veía con claridad su oficina ubicada el barrio Normandía 2.º sector, en la misma casa que hace más de 25 años fue la sede de un colegio de primaria y de bachillerato -que ayude a fundar, donde su principal virtud se dio a conocer: Amar al prójimo con generosidad.

Durante este periodo -que duro más de dos décadas, ella ayudó a educar cientos de personas que encontraban dificultad en el sistema tradicional de educación; además de los buenos resultados ante el ICFES, la mayor felicidad de mi madre era ayudar a personas de bajos recursos económicos: muchas veces no les cobraba la matrícula o les daba largos plazos para ponerse al día. Era muy bello ver a mi madre feliz de realizarse como microempresaria en el sector que ella amaba: la educación.

Pasaron por su oficina cientos de estudiantes, y cada uno de ellos llevaba una historia familiar y de vida muchas veces dura, que mi madre escuchaba con atención y empatía, y a las cuales respondía con las mismas cualidades que la acompañaron durante sus 78 años de vida: absoluta dulzura, sabiduría, comprensión y caridad. A pesar de sus propias pruebas y de sus luchas cotidianas nunca la vi con un espíritu mezquino, jamás la vi tratando con diferencias al que tiene o al que no, su espíritu era generoso para con todos. Era muy bello ver el cariño de sus alumnos, padres de familia y muchos profesores a los cuales también ayudo con consejos y que le manifestaron su cariño en una de las clínicas donde pasaría sus últimos días.
Fue tan profunda la huella de mi madre en mi vida, que entendí, gracias a su ejemplo de vida, lo que significa una vocación y que si esta no está acompañada de la misión de servir al prójimo -por mucho talento que tengamos- es vacía y sin frutos

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